Vive en dos sitios a la vez y eso a él le encanta. Mikel Ayestarán es un ciudadano europeo, en concreto español, pero tiene un sin fin de visados y sellos de numerosos países en el pasaporte, lo que le cuesta renovarlo cada seis meses. Tras licenciarse en periodismo por la Universidad de Navarra, Ayestarán comenzó su trayectoria profesional en un periódico local llamado 'El faro de Ceuta'. Su duración fue escasa, pero eso tuvo una razón. Y es que este periodista decidió hacer un máster en la Universidad del País Vasco. Posteriormente, formó parte de la plantilla del Diario Vasco durante siete años. El adiós fue por su parte, ya que decidió convertirse en 'freelance', «esa palabra que define a los autónomos como si fueran algo más», explica. Ahora tiene 37 años y Ayestarán tomó la decisión hace varios de salir de Azpeitia (Guipuzcoa), su pueblo natal, para adentrarse en el mundo islámico.
Sus comienzos fueron fuertes. Casi siendo un inexperto, como él mismo se define y a pesar de que lleva siete años trabajando en esa zona, Ayestarán se embarcó en la guerra de Israel y Líbano. Allí fue donde vio «la mayor pila de cadáveres que ha visto hasta ahora», comenta. Por eso le marcó tanto. Su calendario habitual está compuesto por Pakistán, Afganistán, Irán e Irak. Pero en el último año, Ayestarán ha estado en Túnez, Egipto, Libia y Yemen.
Para viajar lo único que lleva es una maleta que no se le ocurre facturar. En ella porta dos cámaras de vídeo, un portátil, dos cámaras de fotos, un trípode, móviles convencionales, un teléfono satélite para cuando se caiga la red, una antena satélite, un micrófono, una terminal de datos que le permite acceso a internet en cualquier parte del planeta y varios cables. Con eso y muchas veces sin nada de ropa, el periodista va y viene, viene y va. Siempre viaja sólo y su principal fuente «es la calle», según explica el reportero.
La actualidad y los acontecimientos son los que marcan el día a día. Por eso, Ayestarán no sabe dónde estará en diciembre, ni en enero ni en febrero. Y a pesar de que a veces puede estar varias semanas en el extranjero, Ayestarán compagina su vida profesional con su familia, formada por su mujer y sus dos hijos. Se define como un hombre «tranquilo, hogareño y sereno». Por eso se sorprende cuando los demás le califican como un periodista de guerra. “No soy rambo”, aclara Ayestarán bajo una mirada tímida.
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